Esta película del veinteañero Campos es quizá la que mejor se ocupa de un nuevo elemento en la experiencia adolescente: la omnipresencia de la cámara, ese Dios democrático que espía sus movimientos y los reproduce en celulares, computadoras y monitores de todo tipo, para el cuchicheo en un pasillo o el pizarrón transversal de YouTube. Campos nos muestra a Robert y, a través suyo, lo que él mira; la cámara es registro permanente, y el voyeurismo de Robert el del propio espectador. No hay inocencia ni naturalidad; las pautas de conducta han sido estudiadas previamente en el reservorio de imágenes que el mundo de Robert sigue produciendo, día tras día. Una película que puede remitir trabajos anteriores como “Caché” de Michael Haneke o incluso “Elephant “de Gus Van Sant. Sin duda alguna un titulo desconocido por muchos, pero que pinta de enigmático y superinteresante.
Robert (Ezra Miller) es un joven estudiante americano de una escuela preparatoria de élite de Nueva Inglaterra que accidentalmente graba con su cámara la trágica muerte de dos de sus compañeras por sobredosis. Sus vidas serán el tema principal de un proyecto audiovisual creado con la intención de acelerar la curación del colectivo. A Robert le encargan crear un video (sentimental y edulcorado) en memoria de las modélicas alumnas fallecidas. Pero el proyecto creará una atmósfera de paranoia e inquietud entre los estudiantes y profesores.
Pocas películas llegan con tanta urgencia como Afterschool de Antonio Campos, un cineasta agazapado a la caza y observación de todo un caleidoscopio de comportamientos adolescentes en una escuela de clase alta de Nueva Inglaterra. Un cineasta que, por su juventud, -tan solo tiene 25 años-, aún no se ha desprendido de esa adolescencia que tan bien sabe filmar. El título del film remite a esas actividades extraescolares que no son otras que una asignatura sobre audiovisuales. El reflejo paródico es evidente, pues Campos escribió el guión de Afterschool durante un año en el atelier parisino del Festival de Cannes en París,
“Antonio Campos hace dialogar entonces a Frederick Wiseman y Gus van Sant con Brian de Palma, si bien su película mantiene una autonomía radical en esas fricciones con las que son las verdaderas pantallas de este presente.” (Francisco Algarín Navarro)
3 comentarios:
Gracias por hablar de ella. Hace tiempo escuché cosas y ahora tu post me recordó las buenas sensaciones que me dejo
Hmmmmm... pinta bien esta peli...
La ví en el BAFICI de este año y me gustó. Sin embargo, en la segunda mitad pierde mucha fuerza y el director no sabe cómo controlar todos los temas nuevos que surgen.
Otra cosa en contra es su final... descoloca y MUCHO!
De todas maneras, una opción más que digna y arriesgada para disfrutar.
saludos
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