La cineasta francesa Claire Denis ha presentado tres de sus películas en Cannes. Este año, preside el Jurado de Un Certain Regard, que se inauguró ayer. Entrevista exclusiva.
¿Cuál fue su reacción cuando le pidieron ser la presidenta del Jurado de Un Certain Regard?
Me dio la impresión de que Thierry Frémaux me lo proponía como si fuera normal que yo deseara estar en Un Certain Regard. Y creo que tenía razón. Pedí un día para reflexionar con respecto a mi trabajo y dije que sí porque es una suerte poder ver las películas, amarlas, comprenderlas, sin tener el estrés habitual, sin tener que correr.
¿Y usted también piensa que Un Certain Regard va con usted?
No debería decirlo, porque es como si dijera que soy una cineasta “Un Certain Regard”, casi como si hubiese escogido esta etiqueta por voluntad propia. Digamos que siento que este año, las películas de Un Certain Regard, aún sin haberlas visto, sólo haciendo una reflexión sobre ellas, son películas amigas, películas que me van a iluminar, a transportar. Así pues, estoy muy contenta.
Ha venido tres veces a Cannes, una vez en Competición, otra vez Fuera de Competición y otra a Un Certain Regard. ¿Hay mucha diferencia?
Sí, he tanteado todo. En competición, se trataba de mi primera película, Chocolat. Ni me di cuenta. Una primera película, terminarla es en sí tan extravagante, que venir a Cannes tres semanas después del montaje, con un genérico todavía fresco...¡si me lo puedo permitir! Tuve la impresión de estar protegida por la idea de la primera película. Toda la delegación camerunesa estaba allí, Jean-Paul Belmondo que había coproducido la película, Isaach de Bankolé y por supuesto los actores franceses. Sentía que flotaba. Además, la distribución estaba a cargo de Marin Karmitz. Razón de más para sentirse muy protegida. La película se estrenó el mismo día y tuvo una buena acogida. Fue impresionante y gratificante.
¿Qué recuerdo tiene de J’ai pas sommeil (No tengo sueño)?
La subida de las escaleras de Un Certain Regard con Line Renaud, Béatrice Dalle, Richard Courcet, Alex Descas. Me sentí orgullosa. Primero, sentía un gran orgullo por la película y estaba muy contenta de subir los peldaños acompañada por esas dos mujeres. En el fondo, poco me importaba que no estuviera en Competición. No estoy satisfecha con mis películas, pero algunas me han transmitido su energía y eso no se olvida.
Pasábamos a medianoche. De repente, me avisan durante la proyección, que habían llamado al Samu porque dos personas se habían desmayado. Creí que me iba a desmayar ahí mismo, pero la persona que me avisó me dijo «pero no, al contrario, está muy bien». A la salida, a eso de la 1:30 ó 2 de la mañana, Humbert Balsan, que no había producido la película, pero a quien le había encantado, nos invitó a todos a beber champaña en una terraza, y fue formidable.
¿Su primer recuerdo del cine?
Son películas que nunca vi y que mi madre me contaba. Vivíamos en África, en un lugar donde no había salas de cine. Como era la hija mayor, a la hora de la siesta, mi madre me contaba películas. Las contaba muy bien, además le encantaba contar películas que daban miedo y eso también me gustaba. Como a todos los niños, me gustaba que mi madre nos contara películas de miedo. Recuerdo Los 39 escalones, por ejemplo.
¿Qué la llevó al cine?
Debería decir que tal vez, inconscientemente, quise hacer realidad un deseo de mi madre, pero no creo que pueda decir las cosas así. Debo decir que al llegar a la adolescencia, viviendo en Francia, me gustaba ser espectadora de cine. Me gustaba ocuparme del cine-club del liceo, donde vi por primera vez una película de Satyajit Ray, la Trilogía de Apu. De repente, tuve la impresión de que no había nada más noble, más hermoso que hacer películas, que el cine era algo más que entretenimiento. Era sin duda pasar un buen momento, pero a través de una sugerencia del mundo. Tenía la impresión de que aprendía a vivir y que la vida era difícil. Vivía en las afueras, llegaba a la estación Saint Lazare y me dirigía al teatro Saint Lazare Pasquier. Recuerdo que allí vi Au hasard Balthazar. Veía películas que hoy en día calificaríamos de cine aficionado, pero que en ese entonces no lo eran.
¿Dónde prefiere mirar sus películas?
En el cine. Debo decir que me he acostumbrado un poco en avión, pero realmente para quedarme dormida o porque no puedo leer. En casa tengo muchos DVD. Generalmente no los termino de ver o debo prepararme para hacerlo, condicionarme de cierta forma y sin interrupción, si no, comienzo a detallar la película, a analizarla; y ya no me gusta tanto. En realidad, ni siquiera me gusta encender el aparato, necesito no hacer nada, que la película empiece y se termine y que yo sea prisionera de la película y no protagonista.
¿Tiene algún ritual o alguna manía en relación con el Festival de Cannes?
Llevar una buena agua de colonia que no huela muy fuerte para no incomodar a las personas que están a mi lado y que sea fresca. Es muy importante. Es una compra que me gusta hacer cuando llego a Cannes.
¿Qué hace cuando no dirige una película?
Nada. Me gusta no hacer nada. Realmente nada. Holgazanear. Vagabundear. Enfermarme. Una forma de detenerse también, de estar un poco enfermo, achacoso. Después viene la angustia y entonces es momento de parar…
… ¿y hace una nueva película?
Sería demasiado fácil si fuera así porque no chasqueo los dedos para hacer una nueva película. Hago acopio de arrojo. Siempre tengo proyectos de películas en mi cabeza. Simplemente una mañana vuelvo al trabajo.
Hay pocas mujeres en la Selección oficial. ¿Piensa que es más difícil para una mujer hacer películas?
No me he dado cuenta. Cuando me cruzo, como en la noche de inauguración, con la mirada de Agnès Varda, y que ella me mira con sus ojos intrépidos y me toma el brazo, siento que me dice “sigue adelante, no abandones”. Pero ella me lo dice como cineasta. Aunque ella sea una mujer y yo sea una mujer. Si a ella no le gustaran mis películas, no lo haría.
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