Acaba de mostrarnos Certified Copy, con Juliette Binoche y William Schimell, un cambio de 180 grados en su registro. Una historia de amor clavada en los tiempos de hoy: una mujer a la que se le va el tiempo con el depósito lleno de ilusión, conocimiento amoroso y un hombre (ay, los hombres) entregado tanto a su profesión, la teorización y un discurso para la apología de la copia frente al original, que amar le resulta un tremendo conflicto al que no puede dedicarse. Me gusta la película, por pequeña, por transcurrir toda ella en una pequeña aldea de la Toscana, cerquita de Florencia. Por citar versos en persa. Pero sobre todo porque Abbas Kiarostami sabe transmitir y contar perfectamente el instante en el que se encuentra la pareja burguesa, en cualquiera de los países europeos: no fuman, no beben vino, se cuidan asquerosamente como si desde ahí agarraran la eternidad, hablan tres idiomas (el suyo, el otro y quizá pillan frases en idiomas exóticos) pero huyen de la emoción, les da vértigo responder a un proceso que quizá les quite tiempo para sus clases de italiano, su gimnasia, sus viajes pero sobre todo, sobre todo su profesión, su trayectoria y mientras tanto la vida que se va como un suspiro. Abbas Kiarostami, con esta película, ofrece un giro absoluto en su filmografía. No rueda en Irán, sale del cine documental o pseudo documental y hace un ensayo desde la ficción, desde un pequeño pero revelador brote amoroso, o quizá no. No creo que a los colegas de Cahier, de Positif y mucho menos a gentes del Jurado como Tim Burton le vayan muchos estas historias contadas sin afán de romper las vanguardias y sin construir nuevas formas de narrar, no hay idas y vueltas y tampoco efectos especiales o transparencias de imágenes. No creo que reparen mucho en estabellísima, pequeña y nada inocente Certified copy.
Fuente 2:
Llevaba casi una década Abbas Kiarostami a la búsqueda de un altillo en el que subirse y pretender la claridad del horizonte del cine, y desde ese altillo hizo algunas películas, o así. Vuelve ahora Kiarostami a poner los pies en la tierra, por cierto, en otra tierra, la hermosísima de la Toscana italiana, y su fin no está, sólo, en el experimento en sí, sino que detrás de “Copie conforme” hay otro objetivo: no tanto el contar una historia como el procurar la misma sensación o la emoción que esta historia no contada le procura a sus personajes. Parte Kiarostami de una idea sencilla de entender pero difícil de aceptar: una buena copia es mejor que un mal original. Y no quiere decir con ello que “Copie conforme” sea ni mejor ni peor que “Viaggio in Italia” (o “Te querré siempre”), pero el caso es que ambas películas se olisquean como dos perros en el parque. La trayectoria sentimental de una pareja durante varias horas en un leve pero profundo viaje, en el que empiezan siendo unos desconocidos para convertirse en aquel matrimonio desvencijado de Rossellini ante las piedras milenarias y el vacío. No ha habido “tiempo” para ese cambio en su relación, que va del encanto de las miradas que se buscan y del mejor muestrario de sí mismo en el escaparate, hasta lo otro, el mal gesto, la recriminación, el escaparate vacío. Pero Kiarostami estruja el tiempo para ofrecernos el original y la copia, y no puede ser más que un guiño oriental el hecho de que ella lleve un colgante con una libélula. En realidad, la única historia nos la cuenta el rostro de Juliette Binoche, esculpido como para que rebote la luz y con ella sus sentimientos.
Juliette Binoche es la estrella femenina del Festival de Cannes. A priori porque es la modelo que aparece en el cartel de la 63 edición. Y a posteriori por el consenso sobre su interpretación en el filme en concurso de Abbas Kiarostami ('Copia conforme'). La suya es una historia espartana y sobria a propósito de la relación de pareja. Binoche hace de contrapeso al actor británico William Shimell. O de contendiente, puesto que la actriz francesa, de 46 años, sostiene que la relación conyugal equivale a "un combate de boxeo". Lo ha declarado esta mañana en La Crosisette. No tanto para reivindicar las peleas por KO como por reconocerse partidaria de las peleas a los puntos. "El matrimonio es una pelea de incertidumbre, de desconfianza. Hay miedos, deseos frustrados, pero también existen momentos en los que se ama y se deja uno amar". Juliette Binoche conoce bien el Festival de Cannes porque debutó en La Croisette en 1985. Entonces era una desconocida y prometedora actriz a quien alistó con intuición André Techiné ('Rendez-vous'). Ahora, en cambio, tiene razones para aspirar al premio de la mejor interpretación femenina. Se lo dieron en Berlín ('El paciente inglés') y en Venecia ('Azul'), aunque a Binoche no parece obsesionarle la triple corona. ya que de boxeo se trata. "Lo importante es que se haya seleccionado la película y que haya podido trabajar con un cineasta de la envergadura de Kiarostami. Le pedí que me ayudara a construir mi papel, que me diera instrucciones. No quería llevar a término un personaje esquizofrénico. Y entonces me dijo Abbas: tranquila, el personaje eres tú", explica la políglota y polifacética diva. Juliette Binoche ha terminado asumiendo el paralelismo sentimental. Hasta el extremo de que su papel no lo construye únicamente con la técnica, el talento, la profesionalidad y el oficio. Lo hace con el bagaje de sus propias experiencias amorosas. Gracias a todas ellas ha podido hacer emerger "un personaje que escruta la feminidad sin amaneramiento"
1 comentarios:
Oye...
Algún sitio en red publica el termómetro?
Te gustó Copie Conforme?
Hay termométro para dirección?
Saludos.
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